Así como la guerra es algo demasiado importante como para confiarla exclusivamente al cuidado de los militares, del mismo modo el amor implica tanta solemnidad que es una barbaridad, deplorable y en definitiva anormal, limitar su celebración a dos únicos interpretes para representarla. Allí donde la pareja se desgañita, el cuarteto, el quinteto o el sexteto alcanza con la mayor naturalidad la majestuosa del canto llano. A la empobrecedora, extenuante soledad de dos, se opone triunfalmente la ley de los grandes números.
Por un lado, sencillos paseos casi digestivos; por otro, exploraciones temerarias. Ahí esta el milagro de ver preservado el milagro del azar, de lo desconocido, del peligro, de lo irracional, en el momento que uno se libera, aunque solo sea por un momento, del yugo del sempiterno dúo.
El amor en plural, Ange Bastiani, Editorial Fontamara.
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