lunes, 29 de agosto de 2011

¡CUILONI! HISTORIA DE UNA LÁGRIMA

"...¿eh? ¿Qué es ese ruido? ¡Cuiloni! ¡Cuiloni! —¿Qué es lo que me gritan esos malditos? —preguntó a los gritos mi salvador, don Hernán Cortés, salpicando al aire de espumosa saliva. Como no entendía ni jota, voltee a ver a Marina. Observé que la india se arrancaba de su vestido lcuk maya un pedazo de tela y doblándolo cuidadosamente, lo aplicaba a mi salvador Cortés, para detenerle la sangre que chorreaba abundante de la mano izquierda. Y no en para menos, después de la mordida... —No hagáis caso, capitán —respondí tratando de calmar su mal genio....— ¡Qué mierda vociferan esos salvajes! ¡Vive Dios! —volvió a insistir con mayor furia mi amantísimo jefe. K'uuruch. Los guerreros tequibuas mexicanos gritan K "uuruch. Pero no sé cómo se dice en castellano, ¡Gerónimo! —me gritó la india Marina, atizada por la Mirada amenazante que el furibundo capitán extremeño le infligía. La india encontró mi rostro distraído...Malintzine Cortés, mi amo, quiere tu respuesta, achichincle adulador del maligno! ¡Traduce lo que te estoy diciendo o éste nos mata a los dos como a perros escuincles! insistió la maldecida, que como mansa gata tomó a consolar lamiendo con su mejilla el barbado rostro de nuestro amo. "¡Barbera de portar, pensé al ver cómo le embarraba una extraña planta en los dedos recién amputados que milagrosamente detuvo la hemorragia al contacto de la hierba y alivió su dolor, mas no su ira...— ¡Dejen de ladrar en esas lenguas malditas del infierno que no entiendo! ¡Que alguien me responda! —interrumpió Cortés nuestra conversación; la india y yo nos mirarnos espantados—. ¡Coño! ¿No ven que son las mismas palabras que la chusma le ha gritado a Motecuhzorna, allá arriba en la mezquita mejicana antes de que lapidaran al huey? —¿Ku... qué dijiste? —pregunté, nervioso, a la india. La cosa se estaba poniendo fea. —K'uur.uch —me repitió la india. ¿Puto?, fue el primer equivalente en castellano que me vino a la mente, ¿mujercita?, no ni pensarlo, ¿culero?, eso... pero... ¿qué tiene que ver mi jefe con los culos?..."

Extracto de: ¡CUILONI! HISTORIA DE UNA LÁGRIMA

Autor: José Luis Basulto Ortega

Disponible en nuestra librería: $210.00

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miércoles, 10 de agosto de 2011

El vampiro de la colonia Roma.



...en aquellas épocas ya me había vuelto yo muy inquieto sexualmente     muy precoz fui ¿no?    andaba caliente todo el tiempo y ya me masturbaba y tenía sueños mojados y todo     pero    fíjate qué curioso     siempre me masturbaba pensando en chavos     o bueno     no    al principio me acuerdo que me chaqueteaba viendo fotos de mu-jeres que venían en una revista que se llamaba "el pingüino"    no sé sí la conociste     ¿sí la conociste?     una revista argentina que traía una viejas bien buenas     je    y también con otra que se llamaba "estrellas"      "show de estrellas de cinelandía"     y con los jajás      mi hermano tenía un chorro de esas revistas     tenía cantidad     y entonces yo veía una vieja y siempre me  imaginaba que algún cuate estaba cogiendo con ella ¿no?      me los imaginaba cogiendo a los dos ¿verdad?      hasta que un día me empezó a interesar más la figura del chavo que estaba cogiéndose a la vieja y ya pensaba más en él      o sea me concentraba más en él     aunque no estuviera en la foto ¿ves?     y entonces así me venía          yo creo que desde entonces mandé a las viejas a la verga     o no            más bien yo me mandé a la verga ¿verdad?               sí pensaba a veces en picarlas       pero pensaba que jugar con la verga del amigo era más interesante         y me acuerdo que me ponía a dibujar en un cuadernito las pingas de todos los cuates del barrio       bueno     no de todos       nomás de los cuates que me gustaban       y entons dibujaba una pinga y le ponía el nombre del cuate abajo       zutano     mengano    así     híjole estaba yo re loco ¿verdad?      y luego me puñeteaba yo         chas chas chas     pensando en cómo se puñeteaban ellos y me entraba mucha calentura y ya       me venía                                                                 también tenía un amiguito        no me acuerdo si de la escuela o      no     no era de la escuela      vivía por la casa     creo      y jugaba mucho con él        tenía una bicicleta y nos pasábamos el día entero en la bicicleta       echando desmadre     nomás de aquí para allá     así     vagueando         y una vez que íbamos en la bici él venía en los diablos y yo manejando ¿no?      entonces como que me pegaba el pito en la cintura       me lo pegaba y yo      así por dentro      sintiendo bien rico     pero diciéndole    "no"    que quién sabe qué      "hazte pan atrás    no mames" y yo     "pégamelo más"      en mis adentros     je     y entons con ese amiguito       por cierto que lo quiero buscar porque se me hace que es de onda...

Extracto de: El vampiro de la colonia Roma.
Autor: LUIS ZAPATA QUIROZ
Editorial: DEBOLSILLO
Año: 2004
País: MEXICO
De venta en nuestra librería: $109.00

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sábado, 6 de agosto de 2011

Incesto en Valle de Bravo


- ¿Nunca deseaste a tu hermana? Se interrumpe, centra la pupila en mi reacción, sin advertir asombro o rechazo, y continúa sin esperar la respuesta, porque la sabe.
"Charlotte hacía todo para que la deseáramos, incluso con una sutil perversidad, supuestamente inducida para que en nuestros deseos soñados castigáramos por lo que nos obligaba a hacer en los negocios, con nuestras amistades y familia. La ilusión era poseerla, someterse a sus caprichos para humillarla, y así creer que sería muy fácil imponernos, hacerla obedecer. "Ceder a los sentidos es someterse a la pasión. Estaba briago de ella, de su solicitud, de su aparente entrega. Del paté, el queso y el vino pasarnos a devorarnos con los ojos, con las manos. Los dedos dejaron de ser inocentes, para convertirse en sensores erógenos. Y además, ¿por qué no podía tener lo que, intuía yo, otros de mis hermanos ya disfrutaban? "No fui el primero en cometer incesto con Charlotte. Sólo ella sabe con cuál de los hombres de la casa se inició en el tremendo arte de seducir. Cuando la llevé al Peñón del Diablo, lejos de la vista de Dios, cerca de cualquier sorpresa auditiva —porque allí se está cerca del camino y de otras parejas afanadas en apartarse para gozar a dos voluntades y a cuatro manos, lo que Onán siempre tuvo miedo de compartir—, ella condujo con suavidad y maestría esa nueva experiencia sexual, al menos para mí. "Si —hurga en la memoria Ricardo Patti, con la misma facilidad con la que otros se rascan la nariz. Cierra los ojos, vibra con la evocación—, cuando lleno de temor porque nos escucharan, ella, también muda, me convencía de encenderla para que el juego erótico no fuese una obligación, al menos otro de mis hermanos ya había aprendido de su experiencia. Sin embargo, nunca se me ocurrió pensar que nuestro padre hubiese sido su afortunado maestro, ¡vamos!, ni siquiera pensé en investigarlo. Ella lo habría protegido. "En casa Patti todos somos hipócritas, porque estamos conscientes de que el incesto voluntario y voluntarioso es un secreto, únicamente posible de compartir entre quienes lo cometemos. Ciertas muestras de afecto de Charlotte, algunas debilidades para con mis hermanos y hermanas, me permi-tieron intuir que no era una complicidad entre dos. Todos estábamos involucrados en el deseo y despropósito de someterla a nuestra voluntad a través del sexo, y siempre fue al revés, nunca dejo de tenernos entre sus piernas."
 
Extracto de: Incesto en Valle de Bravo
Disponible en nuestra librería: $135.00

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viernes, 5 de agosto de 2011

Maurice


"Aguella noche, Maurice se acostó como siempre. Pero cuando apoyó la cabeza en la almohada, un torrente de lagrimas se derramo sobre ella. Estaba horrorizado. ¡Un hombre llorando! Fetherstonhaugh podria oirle. Ahogó sus sollozos tapandose con la sabana, despues alzó la cabeza y comenzó a golpear con ella la pared, aplastando el yeso. Alguien subia las escaleras. Se detuvo inmediatamente y no prosiguió cuando los pasos se apagaron. Encendiendo una lampara, miró con sorpresa su pijama roto y sus miembros temblorosos. Continuó llorando, pues no podia detener las lagrimas, pero el impulso suicida habia pasado, y arregló la cama y se tendió. Cuando abrió los ojos su criado arreglaba los destrozos. Le pareció extraño a Maurice que hubiese penetrado alli un criado. Se preguntó si sospecharia Algo, después se durmió de nuevo. Al despertar por segunda vez, vio cartas en el suelo. Una de su abuelo, el viejo señor Grace, que le hablaba de una fiesta que se celebrarla cuando Maurice  llegase a la mayoría de edad. Otra, de la mujer de un profesor convidándole a comer («El señor Durham vendrá también, así que no te dará vergüenza»), otra de Ada, que hablaba de Gladys Olcott. Y otra vez más se quedó dormido. La locura no es para todos, pero Maurice conoció el rayo que dispersa las nubes. La tormenta no había durado tres días como él suponía, sino que había estado fraguándose durante seis años. Se había preparado. en las oscuridades del ser, donde ningún ojo atisba, y el medio ambiente en que había vivido la había alimentado. Había estallado y él no había muerto. La claridad del día le rodeaba, estaba en pie sobre las cumbres que ensombrecen la juventud, y vio. La mayor parte del día permaneció sentado con los ojos cerrados, como si escrutase el valle que había abandonado. Era todo tan simple ahora. Había mentido. Lo formuló en una frase: «Se había alimentado de mentiras», pero las mentiras son el alimento natural de la niñez, y las había devorado con avidez. Su primera resolución fue ser más cuidadoso en el futuro. Viviría con rectitud, no porque importase a nadie ya, sino por la rectitud misma. No volvería a mentirse así. No pretendería —y ésta era la prueba— preocuparse por las mujeres, cuando el único sexo que le atraía era el suyo propio. Amaba a los hombres y siempre los había amado. Ansiaba abrazarlos, mezclar con el de ellos su ser. Ahora que había perdido al hombre que correspondía a su amor, admitía aquello."

Extracto de: Maurice
Disponible en nuestra librería: $209.00

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jueves, 4 de agosto de 2011

Mi Madre

“…la imagen de Hansi me fascinaba. Recuerdo que, furtivamente, en el fiacre, me miró riendo (no pensaba que yo la vería). Y estaba entonces tan bella que, al pensar en esto, quería que siempre se burlara de mí. Que hiciera de mí lo que leí en un libro pornográfico. Un esclavo apaleado, gozoso de los golpes, feliz de su esclavitud. Oí la llave en la puerta. Hansi corrió sin aliento. —Te hice esperar —dijo—. Mira. No he dormido. Con un látigo en la mano, los cabellos rojos bajo un brillante sombrero de copa y vestida de negro como amazona, Hansi no sólo era fascinante. Era la encarnación de la obsesión que un rato antes me había domado. ¡Como si me adivinara, riente, traviesa. aferró mis puños! —Mi traje te trastorna. Lo amo y me agrada usarlo. Pero no veas en él,e1 uniforme de mis vicios. Soy voluptuosa y ardo en demostrártelo, aunque (señalaba el látigo) no me gusta usarlo. ¿Te decepciono? El ruido que hace es tan bonito... Yo tenía la cara triste y silbó el látigo. Riente, me amenazó con la firmeza de la domadora que reta a la bestia y avanzó hacia mí. - ¡A mis pies! —gritó—. Mira mis botas. Abandonó su bravata. Estalló de risa. Se levantó el vestido para mostrarme sus botas relucientes de barniz. Hizo carantoñas. —No eres dócil. ¡Qué lástima! Y voy a decirte que, mientras las traiga puestas, no te voy a dar oportunidad para que las beses. No sirven para nada. Y, ahora, dime por qué estás triste. ¿Lamentas? Hablaba sola. Traía el diablo. Volvió a tomar el látigo y restalló la trecha, agudamente. — ¿Sabes qué me puso con este humor? Al entrar me dije: le pertenezco y él me pertenece. ¿Quieres que me quite todo? ¿Prefieres que conserve mi sombrero?, ¿mis botas? Yo quisiera no hacer sino lo que tú quieres. ¿Quieres, tú, el látigo? ¿Quieres golpearme hasta la muerte? Eso no me agrada. Sólo me gusta ser tuya, ser tu juguete. Ya veo que estás triste, pero yo estoy loca de alegría. Yo ya no podía más con la lentitud del coche y con haber tenido la idea de ir al bosque porque no podía dormir. Nunca he sufrido de amor, jamás he amado, pero deliré a causa de las horas que me separaban de ti, todo el tiempo. ¿Por qué te pedí ayer que me dejaras? —Sí, Hansi, sí, ¿por qué me pediste que te dejara? —Yo quería saber, Pedro. Estaba loca. Quería encontrarme a solas. Pedro: ¿si nunca hubiera noche sabrías lo que es el día? Pero, en la noche, Pedro, mientras esperaba el día, la espera llegó a ser espantosa. Yo me había quedado taciturno. Sordo a los gemidos de Hansi, aunque me sentía desdichado de estar sordo y no abrirle mis brazos. Creo que ella tuvo que comprenderme. Súbitamente, gritó: —Lo había olvidado, Pedro. Pensaba en…”

Extracto de: Mi Madre
Autor: George Bataille
Editorial: Fontamara
México 2007
Disponible en nuestra librería: $125.00

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miércoles, 3 de agosto de 2011

HOMBRES AMADOS


"...Invité a Jesús a venir a mi departamento el domingo para ver por televisión el partido final de Copa Mundial entre Alemania y Argentina. Lo cité un poco antes de las doce del día. El partido comenzó y él no había llegado. Estaba por terminar el primer tiempo cuando sonó el timbre. Abrí por el interfón y quise hacerme esperar un poco. Creo que él tocó a la puerta. Poco después me levanté, le abrí, le di la mano y le dije: 
-Pasa.
Le puse una silla y le ofrecí otra para que subiera los pies pero no la aceptó. Yo seguí tomando mi taza de café y al poco tiempo le dije: 
-¿Tornas café o cerveza? 
Él me dijo que mejor cerveza. Entonces torné unos billetes, una bolsa y bajé a comprar cuatro caguamas; le di un vaso, le abrí una, puse una parte de periódico en el piso para la botella y el vaso. Pasaron unos minutos y dije: 
-Bueno, he tomado mucho café. Te perdiste el primer gol pero realmente no lo valió, en el sentido de que no fiie nada extraordinario; fue un simple gol.
Me levanté a dejar mi taza de café, tomé una caguama y me senté a seguir mirando el partido. Ya estaba por finalizar con el marcador empatado cuando Argentina, esta vez no fue por medio de Maradona, anotó el tanto del triunfo. Entonces yo dije: 
—Esto ya se acabó y ganó Argentina la Copa Mundial —y apagué el televisor añadiendo: —Bueno, ahora nada más viene el puro cotorreo. 
Entre las felicitaciones que se daban los jugadores unos a otros había abrazos, había besos, y dijo Jesús: "Sí, hom-bre, éstos se besan y hasta se tiran abrazados así". "Sí, hace años se prohibió en México que aparecieran en el periódico besos en la boca". Me quedé mirándolo y le dije: "Yo soy muy sensible en las tetillas, ¿tú no?" Él dijo que pues que sí; entonces se quitó la camiseta, le pellizqué con el dedo índice y el pulgar de cada mano las tetillas y él hizo lo mismo conmigo. Dije: "Ponte así" y nos pusimos sentados en nuestras sillas uno frente al otro; yo incliné mi frente sobre su hombro, sentí su cabeza y nos dimos un beso en la boca. Nos seguimos besando en la boca, nos pusimos de pie y comenzamos a desvestirnos y nos fuimos a la cama. Después de un rato de estar besándonos y abrazándonos me levanté al baño y saqué del botiquín una vaselina y dije "aquí está la crema". Entonces yo le chupé la..."

Extracto de: HOMBRES AMADOS 
Autor: Jorge Arturo Ojeda 
Editorial: Fontamara 
México, 2002

Disponible en nuestra librería: $70.00
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lunes, 1 de agosto de 2011

ENTRE LA RESIGNACIÓN Y EL PARAÍSO (DESNUDOS EN LA ALBERCA)



"...Si lo sabe Dios que lo sepa el mundo.
A veces aquellas discusiones las trasladaban a las reuniones en el local de la UNER, Marco Tulio leía con interés diversos temas sobre la homosexualidad, su aprendizaje y su beligerante actitud ante los intolerantes de derecha y de izquierda le ganaron cierto respeto en los ámbitos donde se desenvolvía, igual cuestionaba y discutía con las vestidas y afeminados sobre su grotesco papel al imitar a las mujeres -las locas se transfomiaban en patéticas caricaturas de mujeres, eran ellas las que desprestigiaban al gremio-, afirmó en repetidas ocasiones, aunque había excepciones como los travestidos que merecían respeto por su elegancia y estilo, como era el caso de la Esmeralda, la Fany, la Minelly, la Vanesa, entre otras, pero a los que sí detestaba era a las vestidas masculinizados como la Xochitl, un sujeto gordo, moreno que solía visitar algunos bares rodeada de cadetes, en algunos de estos sitios se daba el lujo de cerrarlos y ahí organizaban divertidas fiestas. En esos ambientes entre los grupos de discusión y las experiencias que tuviera en las fiestas fue apuntalando su carácter indomable, asimismo las lecturas le permitieron poco a poco estructurar un discurso contra la homofobia, así escribía notas en su diario y se carteaba con algunos activistas de los derechos civiles de Nueva York y Los Ángeles California, homosexuales que conociera meses atrás en Tlaquepaque y quienes le enviaban folletos, revistas y recortes de periódicos de los diferentes movimientos como las panteras negras, de los hippies, los pacifistas, ambientalistas, feministas y homosexuales, organizaciones que se extendieran por Estados Unidos a raíz de los enfrentamientos entre la policía neoyorkina y activistas en el Washington Stonewall Inn en junio de 1969, agrupaciones que luchaban por un reconocimiento ante la sociedad. ¿Qué era lo que estaba mal?, ¿cuál el problema?, si la homosexualidad era o no una enfermedad, o una desviación, la cuestión para Marco iba más allá de las causas que la originaban, la realidad es que existía y se sufría por ello, entonces era válida la lucha por la liberación tal como se realizaba ahora en los Estados Unidos, había que dar a cara, pero no a través de mamparas, pseudónimos, de voces aisladas y rostros desvinculados para los reportajes periodísticos, era necesario que los homosexuales varoniles se mostraran sí mismos y ante el público, había que seguir el ejemplo de los travestis, las locas que de sobra habían demostrado su valor enfrentarse a sus familias ya los sagrados valores del catolicismo..."

Extracto de:  ENTRE LA RESIGNACIÓN Y EL PARAÍSO (DESNUDOS EN LA ALBERCA)
Autor: Hugo Villalobos 
Editorial: Fontamara 
México 2004

Disponible en nuestra librería: $205.00

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